Cartoneria Mexicana (Taller Rafael Espinosa Prieto)

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Este arte popular se desarrolla en México ligado al ciclo de festividades rituales de la iglesia a lo largo del año. Su origen está ligado a la práctica de la quema de judas durante el Virreinato cuando se incendiaban representaciones de Judas Iscariote junto con herejes sentenciados por el Santo Tribunal de la Inquisición.[4]

Estas figuras eran confeccionadas con tela y paja, principalmente, el uso del papel para este fin llegó mucho después, a finales del siglo XIX, cuando surge la primera planta de fabricación de celulosa y papel dentro del concepto moderno, la cual se establece en San Rafael, Estado de México.[5]

Una piñata de nueve picos

Además de los judas que tradicionalmente se queman en Sábado de gloria, la cartonería participa en el ciclo religioso católico, en las festividades relacionadas al nacimiento de cristo, como las posadas en las que piñatas eran usadas por los frailes en su esfuerzo por evangelizar a las poblaciones nativas en México.

Actualmente las piñatas se han separado hasta cierto punto de esa carga religiosa, ya que son usadas en cualquier época del año en ocasiones de fiesta, y la piñata misma ha evolucionado, sumando a la tradicional en forma de olla con siete picos que para los religiosos representan los siete pecados capitales, además de un sin fin de figuras generalmente emanadas de películas o caricaturas para cualquier tipo de evento o festejo.

Aunque es una tradición en franca decadencia, aún se elaboran juguetes de cartón como caballitos y muñecas que se obsequian el día de reyes, en algunas partes del país como el Estado de México o la ciudad de Celaya en Guanajuato, famosa por sus lolitas y sus judas.

Con su origen religioso, la cartonería se seculariza rápidamente, los mísmos artesanos que crean los judas o las piñatas, empiezan a realizar figuras no vinculadas a la religión. Un caso ejemplar en este sentido es el de el cartonero Pedro Linares, quíen recibió en 1990 el Premio Nacional en Artes y Tradiciones Populares.[6]

En la ciudad de México la familia de Pedro Linares conserva la tradición de producir calaveras de cartón policromado, esculturas de diversos tamaños, aunque normalmente alcanzan hasta 75 centímetros, con los más diversos temas: el Quijote de la Mancha, las calaveras pregoneras, la tamalera, la vendedora de chichicuilotes, el camotero, el torero y muchos personajes populares más. Otra de las creaciones de la familia son los denominados “cráneos de azúcar”, cabezas de cartón de hasta 50 centímetros, profundamente decoradas con flores, pájaros y otras ornamentaciones.

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